2007:Textos

Paseo sonoro

Juan Antonio Álvarez Reyes

Si toda exposición es un acto complejo, todo programa de intervenciones artísticas en espacios públicos lo es más. Si en toda exposición intervienen numerosos actores y mediaciones, en todo programa de arte público esos actores participantes y los entrecruzamientos de mediaciones que se producen hacen que la complejidad innata a todo proceso artístico y a su exhibición pública se multipliquen. Si en toda exposición la contraposición de intereses y los conflictos están muy presentes, en toda intervención artística en el dominio público esos intereses contrapuestos y los conflictos conceptuales y de desarrollo afloran con más intensidad a la superficie. La complejidad y el conflicto deben ser, entonces, reconocidos como partes esenciales y constitutivas de todo proceso artístico público, pero también -y como elemento ineludible- las contradicciones con las que se construye. MADRID ABIERTO es, en este sentido, un programa complejo en el que inevitablemente hay que trabajar con el conflicto y las contradicciones, que son de muy diferente calado y que van desde lo estético a lo político, de lo urbano a lo social, de lo artístico a sus audiencias, de su sentido último a sus materializaciones. Y como las contradicciones deben ser asumidas, la postura de la que inevitablemente se debe partir aquí es desde su reconocimiento.

La presencia pública es hoy, ante todo, una puesta en conocimiento para un inicio de la circulación y la distribución. La temporalidad de los proyectos y su inmaterialidad hablan desde una actividad que ha perdido toda centralidad en la conformación de los discursos dominantes y que como las ideas tradicionales museísticas herederas de las teorías ilustradas solo pervive ahí, en el nivel discursivo, puesto que se ha producido un desplazamiento como consecuencia de la aplicación de las fórmulas capitalistas avanzadas. El artista y el público hace tiempo que dejaron de ser antagonistas para devenir ambos en actores-masa dentro de una supraestructura para la que ambos trabajan como mediadores. Michael Fried –en El lugar del espectador- ha trazado un antagonismo entre las obras que establecen una relación teatral con el espectador y aquellas otras que lo ignoran, que lo tratan “como si no existiera”. En su ensayo mantiene una tesis referida al arte francés de 1800 que merece ser escuchada para después contrastarla con otras referidas al mismo momento histórico en la conformación de las teorías políticas y estéticas modernas: el artista “debía encontrar una forma de neutralizar o negar la presencia del espectador, de establecer la ficción de su inexistencia como tal ante el cuadro”. Esta situación es calificada por Fried como paradójica, ya que “sólo se podía llamar la atención del espectador y mantenerla fija en el cuadro a través de esta negación”. Por su parte, Thomas Crow –en Pintura y sociedad en el París del siglo XVIII- ha estudiado cómo en ese período se produce algo esencial: “la gestación de un espacio público”. Crow se detiene en el estudio de los Salones parisinos y en el surgimiento de un nuevo estamento artístico, “el público” (e inseparablemente unido a él, “la prensa artística”), que mediatiza la experiencia y la difusión estética. Previamente, Crow se fija en algo que inevitablemente tiene su interés para una convocatoria como MADRID ABIERTO: la relación entre “el Salón y la calle”, investigando primero en exposiciones en la calle, en las que los cuadros se exhibían en los muros de la Place Dauphine. Es decir, frente a la teoría de Fried de que la pintura de la época buscaba negar la existencia del espectador, Crow investiga y defiende cómo es esta la época precisamente cuando surge el concepto de “público” y de “espacio público”. No son, sin embargo, ambas teorías antagónicas sino que trabajan en diferentes planos que conviene de algún modo tenerlos en cuenta dentro de la complejidad y las contradicciones inherentes al espacio público del arte en la actualidad y en relación con la presente edición de MADRID ABIERTO.

Robert Musil –en El hombre sin atributos- escribió que “a las ciudades se las conoce, como a las personas, en el andar”. En este sentido, la propuesta de este año de MADRID ABIERTO es, esencialmente, un paseo que va del edificio Metrópolis -en la confluencia de Gran Vía y Alcalá- al monumento a Colón –en la plaza que lleva su nombre, inaugurado en 1892, en el cuarto centenario del “viaje” y seis años antes del “Desastre del 98”-, recorriendo el Paseo de Recoletos. Además, sería un paseo principalmente sonoro, aunque con alguna excepción. Un paseo por el centro de una ciudad es un recorrido por un lugar connotado y que también tiene, como tal, su tradición artística (del flâneur al situacionismo, del land art a Alÿs, pasando por acciones próximas al conceptual). En este sentido, la contextualización de las propuestas de MADRID ABIERTO 07 es fruto de una historia que hace referencias a un período concreto: el del pensamiento ilustrado y su expansión, junto al asentamiento y las resistencias a las que se somete a lo largo del siglo XVIII y del XIX (el Paseo de Recoletos, como prolongación del Salón del Prado, uno de los principales proyectos ilustrados de Carlos III), a cuyo final se produce la definitiva caída del Imperio español, simbolizado en la pérdida de las última colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Por tanto, un paseo entre el monumento a Colón y el edificio de estética afrancesada Metrópolis ya está cargado de imágenes poderosas. No es necesario sumar ninguna más, aunque sí algunos sonidos que las puntúen: ellas mismas nos hablan de nuestra historia y del presente, del poder y su representación por medio de edificios y monumentos que lo simbolizan y alojan: bancos (entre ellos el de España), aseguradoras, el Cuartel General del Ejército, el Palacio de Comunicaciones… pero también instituciones culturales y artísticas como el Círculo de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional o el más reciente Centro Cultural de la Villa, puesto que como ha estudiado con detenimiento Edward W. Said, “la relación entre la política imperialista y la cultura es asombrosamente directa”. Este paseo con sus emblemas necesita y excluye diariamente al público en un sentido similar al que anteriormente se recordó citando a Michael Fried y la pintura en 1800. También -y en relación a lo estudiado por Thomas Crow- la convocatoria abierta, “democrática”, “competitiva” y seleccionada de MADRID ABIERTO es heredera de la idea de los Salones parisinos; además de enlazar con las exposiciones callejeras -citadas por Crow como precedentes de los Salones- y el urbanismo como claros precursores de lo que se denomina hoy “arte público”. Un término y concepto ya totalmente expandido y que ha roto su anterior especificidad, al igual que ocurriera a la escultura –de quien derivaría en un principio-. En este último sentido, no se ha querido entrar directamente en un cuestionamiento del “arte público” sino que al reconocimiento de su especificidad expandida, de sus contradicciones y problemáticas, se le ha superpuesto otra especificidad diferente y mayoritaria entre las intervenciones que conforman esta edición: voces, canciones, música y sonidos. A esto hay que unir una decisión curatorial: la posibilidad de un paseo por un espacio connotado por las ideas que subyacen en la conformación de su historia, herederas del pensamiento ilustrado y del concepto de Imperio –algo que está, además, completamente relacionado con un presente de “colonialidad global”, por usar el término de Walter D. Mignolo-. Se ha preferido, por tanto, una acción rodeo. Se ha optado, entonces, por un paseo sonoro, justo en dirección contraria al “Paseo del Arte”.