Este proyecto parte de una reflexión acerca de la sociedad de consumo en la cultura occidental y nuestros hábitos más comunes, los límites de lo público y lo privado, y la invasión del ámbito personal por la presión mediática a la que constantemente se ve sometido el ciudadano.
La propuesta consiste en la reproducción de las típicas notas autoadhesivas que todos usamos a diario como recordatorio. Son notas de preocupaciones que apelan a reducir o potenciar algunos comportamientos a la vez que los fijamos en nuestra memoria y que conllevarían un cambio de actitud de éstas casi sentencias cotidianas. Notas que sobredimensionadas y exhibidas en el espacio público se constituirían en una suerte de anuncios publicitarios de lo cotidiano, añadiendo así otras lecturas.
Los pequeños hitos de la vida diaria: Ir al gimnasio, hacer dieta, la elección de un producto en la lista de la compra, fumar menos, etc, en este nuevo contexto no reflejarían tanto nuestros propios deseos como la acción de continua seducción de la propaganda comercial.
Sometidos a las incesantes estrategias publicitarias, somos libres, pero sobre todo para elegir entre los distintos productos del mercado. A menudo vemos cómo un coche, una colonia etc, nos asegura mayor confianza, seguridad o éxito social, son símbolos que llevan asociados nivel social o distinción. Si hoy un ciudadano por la calle se puede sentir más seguro con un buen traje que con una buena conciencia religiosa es gracias a que la publicidad ha cobrado la importancia de una ideología. Nuestro sistema social y cultural ha asumido el discurso de la publicidad y no es en absoluto un discurso neutral. Las necesidades y las demandas de las personas -exceptuando las básicas- se van creando a cada momento histórico y responden a los intereses del sistema productivo.
Según Pérez Tornero “no es exagerado hablar de la construcción de un consumidor modelo. El discurso publicitario, mediante sus sucesivas oleadas de mensajes –todos redundantes en esencia- ayuda a modelar una persona preocupada por la novedad, que ansía el objeto ofrecido y que recicla sus valore y sus hábitos en función de las nuevas propuesta que le ofrece el mercado”, para Tornero, la publicidad, a través de sus estrategias de identificación y proyección con el consumidor, consigue que “cada anuncio sea una especie de viaje interior de nosotros mismos”.
En la medida en que esto sea cierto, los pequeños post-it privados que utilizamos para ordenar nuestra jornada coincidirán en lo esencial de los anuncios que se exhiben en las calles de nuestras ciudades, incluso podrían sustituirlos.
Fachadas del Círculo de Bellas Artes, Casa de América y Palacio de comunicaciones